


Por Everth Yela
¿Quiénes son la turba que sostienen esta lucha?, ¿Cuántos son los hombres que se agolpan a las vías?, ¿De dónde han salido esas mujeres sin miedo?, ¿Por qué tantos jóvenes han decidido tomar partido?
Ellos, un puñado de mayores, una cofradía de jornaleros, un montón de cosecheras, una mano de escueleros. Ese es el grueso de la turba que hoy se agolpa desde Las Cruces hasta el Cabildo. Jóvenes, mujeres y hombres salidos de los pueblos, olorosos a tierra, curtidos por el sol, amargados de sudores, que han decidido darnos un poco más de su vida toda, la dignidad de no arrodillarse a los tiranos.
Otros tantos de esa misma turba efervescente son esos escueleros que en contra de todo pronóstico pudieron entrar en una academia que les arrebató sus miedos y les enseñó a negarse a volver a su tierra iguales.
Ellos, la bola de harapientos para la gente de bien(es), son los que solo con su existencia ya resisten a esa historia inicua que desde siempre ha querido borrar sus rostros.
Esos héroes que plantan cara a los sin rostro, que son sus amigos y los míos, que lejos de los héroes de caricatura no tienen capas sino ruanas, que en vez de cascos usan gorras y sombreros, y que en vez de una tez perfecta para enamorar se encuentra llena de cicatrices y arrugas, no pueden solos, necesitan de nosotros, o con aliento o con comida, para resistir por todos.