

Pero este no es un debate más. No se está hablando de cualquier cosa, ni se trata de quienes son amigos o enemigos del gobierno. Estamos frente a actuaciones de la fuerza pública en contra de ciudadanos que protestan, de una barbarie que no ha vivido Colombia en los últimos 70 años de historia.
Se trata de una situación espeluznante, cerca de 600 personas desaparecidas en menos de un mes, 2.905 denuncias por violencia policial, 855 víctimas de violencia física; 43 homicidios presuntamente cometidos por miembros de la Fuerza Pública; 1.264 detenciones arbitrarias en contra de manifestantes y 575 intervenciones violentas en el marco de protestas pacíficas. ESTO ES INACEPTABLE.
Que los congresistas tengan o no cargos en el gobierno, no puede llevarlos a justificar el accionar represivo del gobierno que está en los términos de crímenes de estado. Reclamar que un ministro se vaya, es lo mínimo que debe pasar para que se abra paso un acuerdo de salvación nacional.
Hay dos caminos, el de la represión y la muerte para que todo siga igual, o la apertura y reforma para mejorar. Los políticos tienen la palabra. Los que están en el gobierno, en el congreso, en las cortes, en la fuerza pública, en todas las instancias del Estado deben responder si se aferran a sus privilegios o abren el camino a la reforma, reforma que empieza por garantizar que millones de hogares en Colombia tengan acceso a los derechos fundamentales, a los servicios básicos.
Que se vaya Molano no resuelve los problemas que representa, pero es una señal que los congresistas entienden la gravedad del momento que vive el país e intentan ayudar a encontrar salidas. Aprobar la moción de censura sería un llamado de atención a Duque, a su partido el Centro Democrático, a su jefe Uribe, para que de una vez entiendan que Colombia no soporta más ser llevada por el camino de la muerte.