
Lo que está pasando en el país, es el avance de una nueva formar de gobernar, que busca mejorar las condiciones de vida de la inmensa mayoría de la población, enfrentada al ataque feroz de los que quieren que todo siga igual. Es la confrontación entre dos modelos de gobierno diametralmente distintos.
Por un lado, los que por fin perdieron, quieren que los que ganaron no cambien nada. Usan los medios de desinformación para magnificar las equivocaciones, que tienen que presentarse en el ejercicio del nuevo gobierno, y ocultan o distorsionan los logros o avances tempranos; llaman a defender los derechos que nunca respetaron y pontifican sobre las soluciones a problemas que ellos generaron y aumentaron, con su avaricia, cinismo y violencia; convocan a impedir “por cualquier medio” el cambio que significó la elección de Gustavo Petro como Presidente de Colombia.
Por el otro, está Petro, con lo que representa, con su capacidad de leer a fondo la problemática nacional y plantear salidas viables para una transición pacífica de inclusión y equidad social. Desde la presidencia de Colombia, nunca se había escuchado un discurso, ni sentido una voluntad de cambio en favor de los sectores populares, incluidos los sectores productivos, como ahora. Con un poco de inteligencia y sin tanta prevención, se debería comprender la importancia y contundencia de la propuesta de patria que se está haciendo desde la casa de Nariño.
Las fuerzas del cambio tienen el gobierno, las rutinarias tienen el poder. Contrarrestar el poder de unos pocos para colocar el Estado al servicio del bienestar de las mayorías, es una tarea gigantesca, que sólo se podrá lograr si se encuentran las decisiones de gobierno con las acciones de las masas populares, movilizadas en multitudes.
Los rutinarios tienen mucha incidencia en el aparato armado, en los aparatos de justicia y control, en los partidos políticos, en gremios y aún en organizaciones populares. Poseen el poder económico con sus intereses insaciables y sus medios inconfesables; cooptan medios de comunicación para reducirlos a aparatos de manipulación y ampliar la desinformación. Tienen políticos y funcionarios pagados por la ciudadanía, pero al servicio del recomendador, haciendo más mal que bien su trabajo en el Estado. Cuentan con la desconfianza en el gobierno que han logrado sembrar durante décadas de engaño y abuso del poder, y con unos afanes cortoplacistas entendibles, en una sociedad que ellos la hicieron campeona en las carencias. Y además pueden sumarse el aporte que desde el campo popular y de cambio se les hace, por la falta de conocimiento y coherencia y por la sobra de afanes menores que los lleva a actuar sin visión histórica.
Pero los rutinarios perdieron el gobierno, cedieron espacio en el legislativo, no pueden usar a su antojo a la fuerza pública, puede quedar al descubierto en su acumulado de criminalidad con que construyeron y mantienen su poder. Si, es verdad que en su ceguera sectaria pueden acabar el país, creyendo que van a retomar el control muy pronto y volver a sembrar de muerte los campos y ciudades, pero también podrían optar el camino de la Patria y hacer posible el poema de Carlos Castro Saavedra:
Que llegue el día “Cuando la libertad entre a las casas con el pan diario, con hermosa carta/Cuando la paz recobre su paloma y acudan los vecinos a mirarla./Cuando el amor sacuda las cadenas y le nazca dos alas en la espalda.”
Para que por fin podamos decir TENEMOS PATRIA.
Santiago Rojas
1 de noviembre de 2022