OPINIÓN

IPIALES, HECHOS DE DESORDEN

La actual Plaza de Mercado del Municipio de Ipiales tiene una historia triste que refleja las consecuencias negativas de la politiquería en la vida del pueblo, toda vez que no se tienen en cuenta criterios administrativos técnicos, sino que se imponen los favores políticos. El desorden de la Plaza de mercado comenzó el mismo día de su inauguración, en la administración municipal de Gustavo Estupiñán, cuando se dio apertura en el peor desorden como apoyo a la campaña política de Darío Vela en el 2011.

En ese entonces muchos sectores criticamos el proyecto de la Plaza, que en un principio se planeaba como una construcción de dos pisos, con gradas eléctricas, mobiliario y la dotación. Al final todo quedó en obra gris, continuó el hacinamiento, el desorden, los conflictos, ahora bajo techo a costos elevados.

La Plaza de Estupiñán nunca debió construirse, pero el interés estaba centrado en un supercontrato supermillonario, con el pretexto de un mercado más cómodo y agradable para vendedores y compradores.

La Plaza de Estupiñán no debió construirse por muchas razones, entre otras, por el lugar que se escogió, de suelos pantanosos por el humedal, en donde se enterraron millones en sus cimientos, por lo que corre el peligro de hundirse. En su interior hay problemas de movilidad y de conexiones eléctricas. Por otra parte, la Plaza se entregó sin formalizar la tenencia, sin un manual de funcionamiento, sin estatutos ni estructura administrativa. Todo se hizo improvisadamente.

También se advirtió que era un error concentrar en un solo lugar toda la actividad comercial del mercado popular, en una ciudad que se acerca a los doscientos mil habitantes con escasas y estrechas vías de comunicación.

Un alcalde sensato con mediana visión urbanista y de desarrollo social, hubiera proyectado la construcción de cinco o seis plazas de mercados satélites en varios sitios estratégicos del casco urbano, para dinamizar la economía en la periferia, generando trabajo a un mayor número de personas, evitando la congestión de tráfico en la zona céntrica, con más trabajo para el transporte de pasajeros, con verdadera comodidad para los vendedores y compradores en pasillos amplios y ordenados.

El mejor ejemplo lo tenemos en la vecina Tulcán, ciudad más pequeña que Ipiales, pero que tiene ocho mercados populares bien distribuidos, especializados en diferentes productos, amplios, ordenados, dotados de mobiliario, instrumentos eléctricos para el corte de sus productos, congeladores, uniformes, televisores, el mercado central tiene hasta sala de lectura con el periódico del día.

Que hoy, la gerente de la Plaza de mercado de Ipiales se enfrente a golpes con una de las vendedoras y que sea acusada ante la fiscalía por herir con arma blanca a una menor de edad, no es sino el reflejo del ese desorden, de la falta de administración técnica y profesional, porque los cargos siguen siendo pago de favores políticos.

Algo parecido ocurre en la Terminal de Transporte de Ipiales, en donde existen otras terminales ilegales, las cuales captan pasajeros de manera irregular, a vista y consentimiento de los directivos, sin que las autoridades hayan podido proteger el espacio público, con grave peligro para la seguridad de los pasajeros, la tranquilidad del barrio y la legalidad del transporte en las rutas autorizadas. Sólo ahora, después de un hecho de sicariato en la puerta del terminal, se está pensando en hacer algo, el folclórico comité de seguridad. La burocracia siempre piensa después de la tragedia.

Otro hecho de desorden ocurre en Empoobando, la empresa del acueducto municipal, en donde el gerente, en contravía de todos los principios de una buena administración, se ha enfrentado a un barrio de más de treinta torres de apartamentos, discriminado y estigmatizando a sus habitantes, señalandolos de ser un barrio peligroso, en donde solo se puede ingresar con policía, generalizando una apreciación errada.

Son hechos trágicos, de desorden y discriminación en la alcaldía Villota, el alcalde de la experiencia, pero los hechos demuestran todo lo contrario. Falta administración. Frente a los hechos, el alcalde debe replantear su gabinete, poner orden y pedir perdón al pueblo por el proceder de sus funcionarios.

A pesar de los años no se aprende la única lección que da la vida, que la arrogancia solo es síntoma de ignorancia y debilidad.

LUIS CABRERA

Febrero 25 de 2021

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