
Seis muchachos, aceptaron haber violado en grupo a una niña de 13 años, 11 según su hermana, y otro fue cómplice del crimen. Eran soldados del Ejército de Colombia.
¿Qué hacemos? Es difícil estar peor. Y lo que ahora se conoce es una pequeña muestra de lo que no se conoce. Hasta cuando les va a seguir pasando lo que les pasa a esos millones de la Colombia profunda que todavía conservan dialectos, que guardan su historia entre miserias, que sobreviven por la gracia de Dios, que mueren por voluntad de los bandidos que creen en Dios y les quitan sus tierras, los esclavizan, los violentan. Cuáles humanos tienen derechos en la barriada, en la loma, en el monte, en la selva, en la pobreza, en la ignorancia. Allá donde la experiencia les ha enseñado que diferenciar los legales de los ilegales sólo sirve para saber que banda de delincuentes les hacen más daño. Todos son despreciables, pero hay unos que no tienen derecho a existir, son los que representan el Estado, a la autoridad. No pueden, no deben existir personas que como “agentes del orden” actúen como delincuentes, como criminales, porque justamente es el comportamiento, el conocimiento, la vocación, el servicio, lo que diferencia una persona armada por el Estado de otra armada por la ilegalidad. De lo contrario ninguno tiene legitimidad.
Por eso es que la violación de una niña por parte de un grupo de soldados del ejército de Colombia, en territorio indígena, en la soledad y silencio del monte, con armas y uniforme, infundiendo dolor y temor, no puede tratarse como un episodio aislado que se resuelve con la individualización de los agresores. YA BASTA de farsas. La amargura es muy fuerte como para que el Presidente Duque nos trate como bobos diciendo que va a estrenar una norma que no existe para ejemplarizar con el castigo, el ejército responda que está cumpliendo con los protocolos, el Fiscal reitere su eficacia porque “en sólo 72 horas” dimos con los bandidos.
No, YA BASTA. Ese afán pantallero de los funcionarios en un momento tan triste y difícil deja la certeza que vamos para la gran sanción a siete desadaptados que cometieron un crimen, pero que nada va ha pasar con las estructuras de un poder podrido desde dentro y desde lo alto.
No es suficiente. YA BASTA. Lo que se necesita conocer es cuanto nos tardaremos en iniciar un proceso a fondo de saneamiento ético y de fortalecimiento del conocimiento en la fuerza pública, en los entes de control y justicia, en todas las ramas del poder público.
Y no es con el cuento de que todos somos culpables, como vamos a salvarnos. Son los gobiernos, el Estado, el que debe responder por que Colombia tenga una autoridad decente y una sociedad digna.