El sepelio


Sin duda alguna, en estas fechas donde la Iglesia Católica conmemora a los Santos y recuerda a los Difuntos, adquiere relevancia las tradiciones del pueblo nariñense y los vecinos del norte del Ecuador. La naturaleza humana consciente de su debilidad expresa pesar y también recuerda con estima a quienes dejaron huella por este mundo terrestre. Se acentúa más en esta época de pandemia, tiempo en el cual no pudimos enterrar a nuestros seres queridos con todos los honores y honras fúnebres de costumbre, templos y cementerios cerrados que en algunos lugares hoy ya abrieron sus puertas. Algunos visitarán la tumba de quienes no pudieron enterrar, expresando una acción de gracias o una plegaria universal y repitiendo Libéranos del maligno (Evangelio de Mateo 6, 9-13). Para muchos el mal representado en la pandemia hizo estragos, es imposible mirar lo positivo, así digan que nos reinventamos. Los rituales que en estos días se observarán, llevan consigo el recuerdo, el olvido y la ingratitud, los rituales se convierten en la devolución de lo que en vida no se hizo, las lágrimas representan la insatisfacción, otros recordarán a sus seres queridos como quien en vida se cumplió. Ahora nosotros, quienes nos quedamos ¿cuál es nuestra tarea? ¿cómo recordarlos?
Si el mal se asocia en varias ocasiones con la muerte y el olvido con la ingratitud, la desesperanza con que se asocia. Mientras pensaba en ello, miro con desánimo la situación de nuestro país, cada día este gobierno nos conduce al sepelio, al olvido de nuestras tradiciones y costumbres. Si miramos a nuestro alrededor, más personas salen de sus territorios rurales obligados obviamente, por terroristas o por las instituciones del estado a través de las constructoras a razón del progreso. La tala indiscriminada de árboles, el narcotráfico, el desgobierno, asesinatos y lo que faltaba el glifosato. Más veneno a nuestros campos y restituciones de productos que no compiten en el mercado por las importaciones. También me preguntaba sobre nuestros antepasados, cuántos de ellos lucharon por su tierra y nos dejaron un legado prometedor. Si no, miremos la importancia del Departamento de Nariño, nuestro Nariño y es uno de los más atrasados, industrias que se han ido y no llegaron más, jugadas gubernamentales y corruptas para acallarnos, manteniéndonos en un letargo. Dicen que las religiones son el opio del pueblo, qué dirán del sistema político del actual gobierno.
Cuando muere alguien algunos tendrán la esperanza de encontrarse con su ser querido, otros vivirán su luto y tratarán de salir adelante, en este año donde han fallecido miles de amigos, conocidos, familiares y personas que nunca conocimos, me detengo a preguntarme cómo la vida se acaba en un instante sin dejar huella. Y pienso, que la realidad de nuestro país se debe a la indiferencia de ese “dejar huella”, no queremos leer la historia y nos cuesta entenderla por eso hemos dejado que nos quiten lo más preciado “el buen vivir” y el bien común. Que la lectura de nuestra propia realidad y el recuerdo de quienes hicieron tanto bien despierte en nosotros el amor por nuestro entorno.
Luis David Calderón Patiño
Licenciado en Filosofía y Educación Religiosa.