El retorno a las aulas
Publicado en el Semanario Caja de Herramientas de la Corporación Viva la Ciudadanía. Edición 710 – Semana del 28 de noviembre al 4 de diciembre de 2020


¿Para dar continuidad a un capitalismo tardío –que ya es fascismo–, garantizar el disciplinamiento extremo, la regulación y la sistemática formación de individuos con personalidades autoritarias?
Por: Julio César Carrión Castro
Universidad del Tolima
Acerca de la personalidad autoritaria y el fascismo…
El futuro de estas sociedades del capitalismo tardío, inexorablemente apunta hacia la decadencia y la catástrofe total, hacia la instauración de un neofascismo global que, incluso antes de fijar por parte de los aparatos estatales el confinamiento obligatorio de todas las personas y, previamente a la aplicación obligatoria y forzosa de la vacuna anti-covid, que ya se anuncia, ha venido poniendo en marcha, desde tiempos remotos, gracias a la escuela y a los llamados medios de comunicación, el establecimiento masivo de la subalternidad, el acatamiento acrítico, la más terrible mansedumbre y docilidad social, mediante la sistemática destrucción de toda rebeldía, singularidad o diferencia, e imponiendo el llamado “pensamiento único” a unas masas amorfas de marginados y explotados, que alegremente aceptan la exclusión y la obediencia. Por doquier vemos rebaños de individuos, dóciles, sumisos, obedientes, pero contentos, en un rutinario desencanto, conformismo y desilusión, que asumen como “felicidad” y que nos permite corroborar el fracaso de todas las utopías humanísticas, libertarias e ilustradas de antaño.
El gran analista y pensador latinoamericano Atilio Borón escribió: “…No se trata de estudiar a la “personalidad autoritaria”, tal y como ella se revela a partir de la “marcha” imparable del “progreso” la aplicación de la famosa escala “F” (por fascismo) y con la cual las ciencias sociales norteamericanas de los años cincuenta intentaron explicar el fenómeno del “totalitarismo”(…) la perspectiva teórica que hemos adoptado aquí nos conduce al estudio del estado capitalista en su conjunto: el fascismo aparece entonces como una forma históricamente determinada a partir de la cual una burguesía acorralada por sus antagonistas domésticos y sus rivales externos reorganiza su hegemonía sobre las demás clases de la sociedad e impone sus nuevas condiciones de dominación a sus aliados y a sus adversarios (…) la perspectiva teórica que hemos adoptado aquí nos conduce al estudio del estado capitalista en su conjunto: el fascismo aparece entonces como una forma históricamente determinada a partir de la cual una burguesía acorralada por sus antagonistas domésticos y sus rivales externos reorganiza su hegemonía sobre las demás clases de la sociedad e impone sus nuevas condiciones de dominación a sus aliados y a sus adversarios…
…El fascismo ha sido, juntamente con el bonapartismo y la dictadura militar, una de las formas “clásicas” del estado capitalista de excepción. Su especificidad, empero, no se deriva de la súbita aparición en la escena política de partidos o movimientos de tipo fascista sino de la profunda reorganización que impuso al conjunto de los aparatos estatales y al régimen político la resolución de la crisis hegemónica de la burguesía. Así como la aparición de un líder carismático o providencial no explica el surgimiento del bonapartismo, la emergencia de grupos fascistas o fascistizantes tampoco explica la formación del estado fascista”. (Borón, Atilio. Estado, capitalismo y democracia en América Latina. Colección Secretaria Ejecutiva, Clacso, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, Ciudad de Buenos Aires, Argentina. Agosto 2003. p. 320).
Si bien no compartimos aquellas perspectivas que ven el fascismo exclusivamente como una expresión patológica de la personalidad de algunos individuos, tampoco aceptamos que el fascismo sea solamente el resultado de una formación histórica determinada, como una consecuencia lógica derivada solamente del desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones sociales de producción. Los estudios centrados únicamente en el examen de los regímenes políticos, en la constitución de los partidos políticos y su inserción en la estructura del Estado, no toman en cuenta la relación de los individuos con la autoridad y con los organismos de poder, los procesos de formación y degradación del carácter y la influencia de los mecanismos de regulación y normalización social, como la familia y la escuela.
Bajo este tipo de análisis, se ha llegado a asumir que los “totalitarismos” no son más que “fenómenos aislados”, equivocaciones o excepciones en el curso de la historia, distracciones en la marcha triunfal de la civilización y del “progreso”, como lo han entendido los teóricos liberales y algunos marxistas tradicionales que suelen desconocer el factor individual en la historia y por supuesto en la génesis de los fascismos.
Como lo ha dicho Pedro García Olivo, “esta tesis, es grata a los políticos y a los gobernantes, pues legitima la Democracia ‘por contraste’ (el monstruo habita fuera de ella; es su contrario absoluto) y tranquiliza de paso a las poblaciones –Auschwitz no se repetirá: hemos enterrado en sal su semilla–, no carece de dificultades internas y mantiene algunas cuestiones en la penumbra: aunque, una vez asentadas en el aparato del Estado, las formaciones fascistas ‘minaron’ desde dentro el régimen liberal, su robustecimiento electoral y su ascenso político se produjeron en el respeto y en la observancia de las “reglas del juego” democráticas -legalización, comicios, alianzas… La ciudadanía quiso el fascismo y la democracia lo condujo hasta donde debía llegar: la cúpula del Estado…”
Si bien, planteamientos como los esgrimidos por Atilio Borón comportan validez histórica, no podemos desconocer, en primera instancia, que lo que solíamos llamar “excepcionalidad” hoy –muy particularmente bajo las nuevas relaciones sociales establecidas con la disculpa de la pandemia–, constituye la regla general, la norma cotidiana de funcionamiento de los estados contemporáneos, inscritos ya en una especie de fascismo democrático, pues, estamos seguros, la llamada democracia liberal inexorablemente ha conducido a esta modalidad nueva, original, de “fascismo democrático”, o democracia fascista, fenómeno que, paradójicamente, deja entrever en sus planteamientos el propio Atilio Borón al afirmar en las conclusiones del texto citado que, una investigación concreta –para la cual aquí no se ha hecho sino sugerir algunos criterios teóricos que podrían orientarla– sobre estos regímenes, su naturaleza de clase y su funcionamiento, y sobre el carácter del desarrollo capitalista en la periferia, permitirían arribar a la conclusión de que las formas del Estado capitalista asumidas por los clásicos del marxismo como “excepcionales” se han transformado en la modalidad “normal” de dominación burguesa en el capitalismo dependiente y periférico.
Además, la presencia, la naturaleza y la estructura de la personalidad autoritaria, la existencia de aquellos individuos, incluso hasta sádicos y necrófilos que, como lo estudió Erich Fromm, permanecen agazapados y latentes viviendo sus particulares, opacas e insípidas vidas, haciendo un daño limitado en estrechos marcos familiares o en sus cercanías laborales, hasta “cuando las fuerzas de la destrucción y el odio amenazan anegar todo el cuerpo político, esa gente se vuelve enormemente peligrosa; son los que ansían servir al gobierno y ser sus agentes para aterrorizar, torturar y matar”.
No se trata, claro está, de una especie de “naturaleza humana” atemporal y demoniaca, que súbitamente irrumpe en el escenario histórico para imponer arbitrariamente su agresividad o “malignidad”, sino, de un potencial de destructividad previamente fomentado desde las estructuras educativas y reguladoras de la sociedades burguesas, que aflora cuando las específicas circunstancias sociales y políticas lo reclaman, entonces, estos individuos se consideran indispensables y sacan a relucir su agresividad, sus ansias de poder, su oportunismo, su ardiente deseo de escalar posiciones.
En todo caso no se pueden hacer reduccionismos, ya que son muchos los factores que operan en el proceso de formación de la personalidad, que favorecen o no la estructuración de un carácter autoritario, tanto referidos a los lazos familiares, como los atinentes a los espacios sociales y culturales en que acontece la vida particular y privada de estos individuos. Alice Miller en su libro Por tu propio bien, señala, por ejemplo, el papel devastador de la familia y de la escuela en el condicionamiento temprano de los niños para la formación de una personalidad autoritaria, gracias a la permanente promoción del “rigor”, de la obediencia y de la sumisión como principales elementos de la educación.
Dice Alice Miller que entre todas las figuras prominentes de Tercer Reich no encontró una sola que no hubiera tenido una educación rígida y severa. Y se pregunta: ¿No debería esto invitarnos a reflexionar? La “saludable normalidad”, la adaptación acrítica a la normatividad social establecida produce en estas personas la subalternidad, una cómoda carencia de autonomía y la búsqueda del más simple acomodamiento a las condiciones dadas. “Quienes han presenciado transformaciones políticas bruscas se refieren una y otra vez a la asombrosa facilidad con que mucha gente logra adaptarse a la nueva situación. De la noche a la mañana pueden defender convicciones que se contradicen plenamente con las que defendían el día anterior, sin que su actitud les choque. El ayer se desvanece para ellos con el cambio de poder”. Permanecer fieles a sí mismos a sus sentimientos o a sus convicciones, no hace parte de la personalidad autoritaria que en el fondo es sumisa y obediente, tal como lo impone esa pedagogía para la subalternidad, que se ha universalizado.
Es imprescindible para los llamados quehaceres pedagógicos, tratar de rastrear los orígenes y fundamentos de la conformación de este tipo de personalidad, que fortalecen las propuestas fascistas y fascistoides con que el capitalismo cotidianamente arremete, y que campean en el mundillo escolar.
¿Se trata de abrir de nuevo la escuela, para restablecer y propiciar una mayor sumisión, acatamiento y subalternidad o, definitivamente para romper las fronteras establecidas por la escuela organizada por el capitalismo?