Cuando escuchamos la palabra encierro, nos viene a la mente la consecuencia de un hecho reprochable, un castigo por haber infringido alguna norma o ley del estado, encierro no voluntario, sino impuesto por una autoridad que tiene la potestad y el poder para obligar al infractor a estar recluido, por un tiempo determinado, con el fin de que pague por la falta cometida o retribuya a la sociedad aquello en que ha sido menoscabada.
Pero la crisis generada por la pandemia del nuevo coronavirus Covid-19 nos ha obligado a encerrarnos en nuestros hogares, primero por conciencia social y luego como una medida de prevenir el contagio de un enemigo invisible, que tiene en jaque a un mundo que no estaba preparado para luchar contra un virus que encontró, en la propia raza humana, el vehículo para propagarse a todos los países sin respetar fronteras ni culturas.
No hay medicinas ni vacunas que puedan frenar el ataque de este virus que en pocos meses ha golpeado nuestros sistemas de salud sin misericordia y de una manera silenciosa pero efectiva y en muchos casos mortal. ¿Qué podemos hacer para prevenir su contagio? Hasta ahora lo único que sabemos es que para evitar la enfermedad debemos alejarnos de las demás personas, usar una mascarilla, unas gafas y lavarnos las manos cada vez que tengamos contacto con algo fuera de nuestro entorno o con otro ser humano que esté más allá de la puerta.
¿Cómo soportar este encierro con todas las consecuencias que trae? Pienso en una palabra que define nuestra situación: resiliencia. La capacidad que tenemos los seres humanos de afrontar situaciones o circunstancias difíciles y traumáticas para luego seguir adelante con nuestra vida con más fuerza y decisión.
La resiliencia aflora cuando estamos en medio del dolor, del miedo y la incertidumbre que nos rodea y que crece cada día impulsada por los medios de comunicación y las redes sociales que combinan la realidad y los datos oficiales con la vivencia diaria de quienes sufren en carne propia los ataques de un virus que podemos tener en nuestro cuerpo sin siquiera saberlo.
Como sociedad debemos fortalecernos, ser una sociedad resiliente, manteniéndonos unidos y solidarios, primero con nuestra familia, que es la que más nos necesita, y luego con la sociedad a la que pertenecemos. Con respeto a las disposiciones impuestas por las autoridades pero también pensando en los demás, en cómo ayudar a quienes necesitan una mano.
Resiliencia. La fuerza que nos va a ayudar a salir adelante, a ser mejores personas para poner nuestro granito de arena en este mundo que tanto necesita de seres humanos que luchen por una sociedad más justa y respetuosa de sí misma y de los demás.