Cielo azul


La ciudad de las nubes verdes se va tiñendo de a poco de los colores navideños, pero, también se tiñe de sangre, tras los últimos hechos de violencia y accidentes de tránsito. A la vez, el COVID 19 hace nuevamente presencia con resultados elevados según el Instituto Departamental de Salud de Nariño en este sur de Colombia.
Y así se va viviendo esta celebración navideña, ajena a su misma esencia, seguramente en anteriores años acostumbrados a las reuniones masivas o tal vez a vivir dentro del desorden propiciado por la música tropical que para estos tiempos se escucha, se baila y se canta a todo pulmón. Artistas y artesanos acostumbrados a ensayar y elaborar vestuario y otros implementos para los desfiles que engalanan el carnaval, familias que para esta época generaban recursos para sus hogares, y así varias personas que el 2021 iniciarán con calma, endeudados y más pobres, dirán algunos que respirará el ambiente y si, pero con el aire del ambiente no se alimentan quienes pasan necesidad a causa de la pandemia.
Pero, nuestro ser colombiano es así: por más mal que estemos vivimos la navidad, y hoy la escuchamos en hogares, capillas, empresas, tiendas, barrios, enalteciendo una celebración de antaño que reúne familias, compañeros y amigos. Así no creamos en el Ser espiritual del cristianismo, nos reunimos para compartir en esta temporada. Sabemos que hoy, ha sido y sigue siendo difícil propiciar estos espacios a causa de una pandemia que continúa llevándose a seres muy queridos. Pero de alguna manera el sentimiento que despierta esta época en los niños y niñas nos alienta a los adultos a tener una luz al final del túnel.
Escuchaba en estos días que es necesario llenarnos de esperanza, y es un punto clave donde la vida nos sorprende, la realidad del ser humano vista desde la sorpresa despierta un sentimiento de volver amarse a sí, y proyectarse a nuevos retos. La pandemia develó fallas en algunas relaciones y hogares, pero también trajo nuevas personas que llegan y hay que dejarlas si aportan.
Tal vez esta reflexión se aleja del panorama político que se ha venido tratando, y sí, me contagié de este espíritu, porque es necesario elevar el alma al sentimiento de dejarse enamorar de las casualidades. Tal vez nos falta dejarnos contagiar de este despertar, podrá estar oscuro un parque o todo un municipio, pero lo que en este tiempo no se puede apagar es la luz de la esperanza, que se va encendiendo por la sorpresa, tratando de aprovechar al máximo la presencia de aquellas personas que nos hacen suspirar y elevar aquel sentimiento que nos hace soñar en ese cielo azul, que a veces lejano como el de Benedetti (Estados de Ánimo) pero siempre añorado y sí con nostalgia, para llegar a la felicidad plena es necesario pasar por el sufrimiento.
Posdata: Que este tiempo nos haga capaces de comprender la importancia de la persona humana, no descuidemos a nuestros seres queridos, asumamos el compromiso de projimidad, siendo luz y esperanza para otros.
Luis David Calderón Patiño
Licenciado en Filosofía y Educación Religiosa