Buen Samaritano


Lejos de la profesión religiosa, la Biblia nos presenta un pasaje en el Evangelio de San Lucas titulado el “Buen Samaritano” donde se relata la historia de una persona que habría sufrido golpes y un ciudadano de Samaría lo ayuda, le venda las heridas, lo cuida y lo lleva a una posada. Es breve el relato, pero quiero detenerme en los signos de este pasaje. En primer lugar, el hombre bueno siente compasión, pero no cualquiera, verdaderamente lo siente porque actúa. Luego, hay unos detalles prolijos del evangelio, enuncia que se venda la herida, para ello el samaritano debió tocar, palpar, curar. Finalmente, el evangelio manda un mensaje “Vete y haz tú lo mismo” palabras que el pasado miércoles 20 de enero resonaban en mi mente en las exequias de un Buen Samaritano.
La anterior introducción, para hablar sobre un hombre que caminó con nosotros, uruguayo, católico y misionero del Movimiento Juan XXIII, que vivió un proceso de conversión (que lejos de la creencia religiosa, es comprender que la espiritualidad es algo que trasciende y también se cuida, es ver que quienes creen en algo más allá, tratan de vivir una ascesis en medio de sus temores y pecados para conseguir un bien para sí y de paso para los demás).
Conocido como el Hermano Gustavo, dirigió el Hogar El Buen Samaritano, para quienes lo tuvieron más de cerca manifiestan haber recibido una ayuda paternal, un papá que tranquilizó las conciencias de quienes llegaban atribulados al Hogar del Buen Samaritano. El Obispo de Ipiales decía en la homilía del pasado miércoles 20 de enero que Dios se sirve de instrumentos para ser como un faro encendido en la oscuridad de las fragilidades humanas, y verdaderamente lo es. Imaginemos a una persona que tiene oscuridades en su alma y necesita alivio, que tal vez sus relaciones cercanas no le ofrecen, de repente aparece en su camino un Hogar que con amor lo acoge y lo ama. Parece simple este camino… para la persona del Hermano Gustavo, su misión fue hacer lo mismo que aquel ciudadano de Samaría.
Esta experiencia de la muerte nos debe dejar un aprendizaje y en este caso particular un agradecimiento por la obra realizada por este gran Hombre, y ¿cómo agradecerle? Es evidente que la respuesta es continuar la obra que él llevaba a cabo, esta vivencia de mirar al prójimo y amarlo hasta sanar sus heridas, es equivalente a repetir las palabras del evangelista “haz tú lo mismo”. De esta manera sentir la santidad como aquella conversión, con un PARA SÍ y PARA LOS DEMÁS ayudando a que otros se conviertan.
Concluyo diciendo que la verdadera misericordia o el ponerse en los zapatos del otro o vivir amando al prójimo, consiste en ser un «Buen Samaritano» a ejemplo de este Gran Hombre: “Gustavo Aristeguieta (1959 – 2021)”
Posdata: A los familiares, integrantes del Movimiento Juan XXIII, amigos, conocidos del Hermano Gustavo y lectores de Nariño Hoy, procuren hacer el bien, miren su rostro en el prójimo, y estén prontos a ser Buenos Samaritanos.