COLOMBIAOPINIÓN

Acabar con la paz, es un acto terrorista

Las declaraciones del presidente Duque en respuesta al debate de congresistas de la oposición sobre el montaje con el que acabaron con el proceso de paz en Colombia, son una irresponsable manera de desinformar con frases comunes, cuando lo que se está cuestionando es nada menos que la complicidad desde el Estado en un complot con uno de los aparatos de seguridad de Estados Unidos, para mantener a Colombia bajo la ley de inseguridad y muerte.

Nadie «insinúan que ‘Santrich’ es una mansa paloma» como dice Duque. Lo que denunció Petro en el Senado es como desde la Fiscalía, con Néstor Humberto Martínez como jefe, se planeó y ejecutó un entrampamiento para que no haya paz en Colombia. Es sólo eso. Que se usa organismos del Estado para impedir que los colombianos podamos vivir en paz.  Es la forma como se activa la cadena al servicio del crimen, con funcionarios y recursos oficiales.

En cualquier parte, se puede estar o no de acuerdo con las partes que suscriben un acuerdo, una en representación del establecimiento con todas sus aberraciones y otra de los contrarios con las suyas, pero nada puede justificar el saboteo a un acuerdo que quitaba una gran parte de los grupos ilegalmente armados y culpables de tantas tragedias.

Armar una trama desde la Fiscalía, con sus aliados de la DEA, negociando delincuentes como testigos, falsificando videos, ocultando a las otras autoridades evidencias, para extraditar a jefes del grupo con el que se pactó un acuerdo, es más que una práctica degenerada de trampear todo desde el poder, es la puesta en evidencia que el negocio lo defienden sin importarles que tantos muertos ponga la población.

Estamos ante el comportamiento más aberrante y criminal de estas décadas de dolor y muerte.

No es, presidente Iván Duque lo que usted quiere ver: “He visto en algunos debates donde se trata de insinuar que alias Jesús Santrich es una mansa paloma, es un angelito del bien perseguido por la justicia y que había un entramado para deslegitimar su buen nombre de criminal de décadas». No.

Duque sabe lo que está viendo y de que se está hablando, sólo que así como no les importa cuántas muertes se pudieron evitar si dejaban hacer un acuerdo que nos acerque a la paz, no les importa seguir tratando a la población con desinformación, sin dejar entender el fondo de las cosas y distrayendo con retórica elemental.

Nadie está defendiendo a uno u otro dirigente del grupo con el que el gobierno llegó a un acuerdo para que deje las armas, en representación del Estado colombiano y con países garantes. Lo que está sobre la mesa es hasta cuando los delincuentes con poder van a seguir defendiendo el negocio de la guerra e impedir que Colombia encuentre en paz un camino hacia el progreso y desarrollo.

El libreto es detestable, no sólo por el cinismo sino principalmente por las consecuencias, llevan al país a la continuidad de las masacres. No tienen remordimiento ni vergüenza, un exfiscal como Néstor Humberto Martínez, al que lo mandan a España a representar a Colombia, es capaza de decir, luego de las pruebas que lo desnudan como tramposo al servicio de la guerra,  que hay otros temas en los que debería ocuparse el congreso.

Son capaces de cualquier cosa. En la historia de Colombia son varios los casos donde la traición a la palabra es el antecedente de tragedias sociales inmensas, pero esta en que están implicados agentes del poder tiene unas dimensiones impensadas.

Sólo falta saber hasta donde la decencia, la inteligencia, la dignidad nacional, es capaz de ofrecer su corazón para sentir que no todo está perdido. Colectivos libres deben generar una alternativa que permita ganar el gobierno y buscar el poder de colocar la riqueza nacional al servicio de Colombia entera, aún de los desquiciados amantes del terror, que deben ser reintegrados a la sociedad después de un tratamiento clínico y social, que les permita diferenciar las líneas gruesas que no se deben pasar, por el daño que causan a los demás.

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