Educación emancipadora: breve recorrido por algunos postulados de Theodor Adorno


Theodor W. Adorno nació en el año 1903 en Alemania y murió en el año 1969. Durante su vida se dedicó a la filosofía, psicología, musicología y sociología. Adorno fue hijo de un judío alemán, razón por la cual años más adelante visibilizaría en su libro “Educación para la emancipación”, una clara posición de rechazo frente a todo lo sucedido en el flagelo cometido contra la población judía en el contexto de la Alemania Nazi. Este escenario político, social y económico despertó en Adorno un fuerte deseo por demostrar la importancia de la educación para la formación de sociedades democráticas. En su obra “Educación para la emancipación”, Theodor menciona en cómo la educación que no se encuentre situada en el propósito de la liberación social, puede llegar a influenciar poderosamente las conciencias para cometer las más grandes barbaries.
Así mismo, Adorno hace referencia al papel de los docentes y a los tabúes que se generan alrededor de esta profesión, puesto que los maestros además de transmitir algo que ya se encuentra establecido, también cumplen con una función mediadora (Adorno, 1969). Por otra parte, hace alusión a la figura de “fuerza física” mayor que la del alumno llegando a utilizarla cuando éste “no cumple con los parámetros establecidos”; a pesar que para ese entonces en Alemania ya estaba abolida esa figura, Adorno concluye que es uno de los imaginarios sociales que todavía prevalecían en aquella época.
En Colombia por ejemplo, aunque no existe la figura del maltrato físico por parte de un docente hacia su alumno (con algunas excepciones que no pertenecen a la regla), aún prevalece el imaginario de superioridad, excelencia e inequívoco hacia el docente, esta situación ha llevado a configurar escenarios de relaciones de poder donde el docente es quien posee la razón y por ende es el único autorizado para “depositar” conocimiento y en esa medida, los alumnos sólo deben escuchar y creer, situándose entonces en una posición de opresor y oprimido (Freire, 1970).
Para Adorno, dentro de los procesos educativos existen dos clases de jerarquía, la primera se sitúa en las calificaciones y la segunda se basa en la fuerza física. Según el autor, esta doble jerarquía fue explotada en el nacionalsocialismo, que no sólo influyó en la escuela sino también en los procesos políticos de la época. Es así, como el maestro se ubica también en un escenario burgués, visto y tomado como “especialista” y en este sentido surge una pregunta ¿Cómo puede el maestro permanecer en su “autoridad” sin alimentar el imaginario de “posición burguesa y opresora”? ¿Cómo los maestros de la actualidad pueden fundar escenarios de participación y diálogo horizontal, sin perder su posición de autoridad para enseñar?
Adorno afirma que la Escuela no es un fin en sí mismo y de acuerdo con las características actuales de la sociedad, la Escuela debería ser el medio en el que las personas se forman éticamente para la vida con un pensamiento crítico, capaces de enfrentar cualquier realidad humana desde una posición axiológica, crítica y responsable, teniendo en cuenta que un ser humano hace parte de toda una colectividad, fortaleciendo así su construcción, crecimiento y participación comunitaria (Freire, 1970). Adorno también percibe a la Escuela como ese espacio desde el cual la humanidad debería superar la barbarie, no obstante, para ello es necesario dejar a un lado todos los imaginarios sociales que la rodean a ella y a sus maestros.
Así mismo, Theodor hace alusión sobre la necesidad de develar las motivaciones de aquellas personas que cometen atrocidades: es imperioso que se vislumbre la realidad y sus intereses puesto que para él, la culpa de esos horripilantes asesinatos (Alemania nazi) está en el victimario. Para el autor la educación retoma su propósito esencial cuando se concibe como auto reflexión crítica. Aquí la educación de la primera infancia cumple un papel fundamental, ya que es justo ese primer acercamiento educativo el que empieza a forjar seres humanos capaces de hacer historia en sus contextos, ya sea de manera positiva o dejando también, huellas de odio y dolor. Bajo esa lógica, según Jean Jacques Rousseau, “El hombre nace bueno y la sociedad es quien lo corrompe”, de esta manera, la educación cumple un rol imperante en la formación de sujetos. Así, al ser un problema axiológico, por más esfuerzos que ejecute la educación para tratar de evitar el repetir situaciones como las vividas en Alemania y/o en Colombia, esto jamás se erradica por completo, puesto que siempre en todas las sociedades, estarán aquellos que se sitúan en el plano de la moral represora.
Finalmente, ¿Cuál es el objetivo de la educación? O ¿A dónde debería llevar la educación?, Adorno anula por completo la mal llamada “formación de personas” y “trasmisión de conocimiento” y afirma que para que exista una democracia justa es necesario la emancipación de las mismas, entonces ahí es donde la educación empieza a tomar sentido, es decir, una educación con la capacidad técnica y estructural para coadyuvar a la emancipación de los seres humanos.
Daniela Córdoba
Comunicadora Social – Especialista en Gerencia de Proyectos
Magister (c) Pedagogía Social